Pues resulta, que al final se trata de una cuestión de vida o muerte. Cruzar la calle, según las normas comúnmente conocidas por todo hijo de vecino, va a ser dentro de poco una heroicidad. Digna de superman, spiderman o de mi mismo en mis tiempos mozos.
Mira que es fácil. Unas líneas en el suelo, te indica que por ahí pasan peatones. Un peatón en la acera, te indica que el individuo quiere cruzar. Pues nada. A su puta bola. Ni con un corte de mangas se paran (doy fe). Puede, que el conductor gilipollas de turno, piense que el peatón es un ex cocainómano con el mono y que está babeando ante esas pedazos de rayas que hay delante de él. Por buscar una excusa. No justificable, claro.
El amiguito conduce un cacharro que pesa alrededor de una tonelada. Que, sumado a la velocidad de ese momento, le puede dar un viaje mortal (con todo pagado) al peatón. Y si se da cuenta, y no va con más cuidado, directamente es que merece una buena soga al cuello.