Esta sí que da rabia. Palabra.
Después de alargarlo lo máximo posible, te das cuenta que necesitas hacer una compra. No hay más remedio, puesto que la comida, detergente, productos higiénicos, etc. Cuando se pintan, no hacen la misma función que cuando se compran. Cosas de la realidad.
Pues bien. Haces el esfuerzo de ir al supermercado. Buscas aparcamiento. Te irritas una vez más al comprobar que algunos precios varían sin motivo aparente (seguramente alguna habrá, pero yo no lo sé). Soportas al hijo de la empanada con patas que parece no darse cuenta que su pequeño bastardo molesta a la gente. Esquivas carros abandonados por algún idiota en mitad del pasillo. Te pones al día de lo que se cuece en la tele mientras haces cola en la sección de charcutería. Vuelves a poner cara de asco al pasar por la pescadería. Haces cola para pasar por caja. Te peleas con las malditas bolsas de plástico que no se quieren abrir. Intentas pagar mientras metes como puedes los últimos productos en la última bolsa que te queda. Coges las bolsas, que pesan más de lo que creías. Las metes en el maletero y para casa. Buscas aparcamiento y con las bolsas a cuestas te cruzas medio barrio.
Total, que después del esfuerzo, llegas a casa. Empiezas a colocar las cosas y poco a poco te vas dando cuenta que se te ha pasado coger aquello o lo otro. Que rabia.
En resumidas cuentas. Toca limpiarse el ojete con servilletas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario