Erase una vez un tonto que quería tener una mascota. Como los perros son el mejor amigo del hombre. Decidió que quería tener un amigo. Así que después de darle vueltas decidió comprarse una perrita, muy mona por cierto, y joderles la existencia a todos los vecinos. La decisión la tomó solito. Pero las consecuencias las pagamos todos los vecinos.
El sujeto vive solo y trabaja doce horas diarias. Incluso los fines de semana. Así que ya os podéis imaginar el percal. La pobre perra todo el día sola en el piso. Se pone a llorar y a ladrar. Un día tras otro. Como mínimo hasta que decidí cambiarme de piso. Seguramente todavía siga la misma cantinela. Pero eso no lo sé. Y poco que me importa.
Lo que me molesta de la situación es que yo también había pensado en adoptar un perro. Pero también vivo solo. Y me daba pena que el animal estuviese tantas horas solo. Reprimí mis ganas porque la decisión no afectaba solo a mi persona. También afectaría al perro. Y lógicamente también le afectaría a los vecinos.
Yo tomé una decisión responsable. El tonto del cipote del vecino no. Pero a fin de cuentas pagué las consecuencias más que él. Bueno yo un puñado de vecinos que a estas alturas se estarán medicando por la falta de sueño.
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