lunes, 26 de septiembre de 2011

De la bolsa, la mitad.

No juego en bolsa. La bolsa juega conmigo. Mejor dicho, me la juega. Lo hace cada vez que voy al súper y me lía con sus malas artes. No se trata del Ibex 35. Ni de cualquiera de las bolsas mundiales que tantas horas de informativos acaparan en las últimas semanas. Se trata de la bolsa de Doritos. Una hija de puta de mucho cuidado.
Cuando la ves ya sabes de qué palo va. Es la típica que parece que ofrezca mucho disfrute, pero que luego se queda en nada. Como una diva de instituto que al quitarse el sujetador deja todo su volumen en los rellenos del mismo. De la misa, la mitad.
¿Para qué una bolsa tan grande? Es obvio que ni ahora ni nunca han tenido intención de rellenarla del producto. Se lo podrían currar un poquito y adecuar el envase a la cantidad o mejor la cantidad al envase. Esto último parece más tentador, aunque los pajarillos también subirían el precio.
Con lo cachondos que nos ponemos todos al hablar de reciclaje y de salvar al mundo, no entiendo que ningún rastafari con pantalones cagados y pañuelo palestino, no hay emprendido una encarnecida lucha por acabar con el problema. Lanzo la idea. Espero que alguien haga el favor de cogerla. Primero para ayudar a un mundo, cada vez más contaminado, a alargar su agonía. Segundo para que no se me quede la cara de gilipollas cada vez que abro mis Doritos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La difícil tarea de estar en todo.

Esta sí que da rabia. Palabra.
Después de alargarlo lo máximo posible, te das cuenta que necesitas hacer una compra. No hay más remedio, puesto que la comida, detergente, productos higiénicos, etc. Cuando se pintan, no hacen la misma función que cuando se compran. Cosas de la realidad.
Pues bien. Haces el esfuerzo de ir al supermercado. Buscas aparcamiento. Te irritas una vez más al comprobar que algunos precios varían sin motivo aparente (seguramente alguna habrá, pero yo no lo sé). Soportas al hijo de la empanada con patas que parece no darse cuenta que su pequeño bastardo molesta a la gente. Esquivas carros abandonados por algún idiota en mitad del pasillo. Te pones al día de lo que se cuece en la tele mientras haces cola en la sección de charcutería. Vuelves a poner cara de asco al pasar por la pescadería. Haces cola para pasar por caja. Te peleas con las malditas bolsas de plástico que no se quieren abrir. Intentas pagar mientras metes como puedes los últimos productos en la última bolsa que te queda. Coges las bolsas, que pesan más de lo que creías. Las metes en el maletero y para casa. Buscas aparcamiento y con las bolsas a cuestas te cruzas medio barrio.
Total, que después del esfuerzo, llegas a casa. Empiezas a colocar las cosas y poco a poco te vas dando cuenta que se te ha pasado coger aquello o lo otro. Que rabia.
En resumidas cuentas. Toca limpiarse el ojete con servilletas.

¿Qué pasa loco?

Suena el teléfono. Un tipo descuelga. ¿Qué pasa loco?
¿Me vais a decir que no os imagináis al personaje? Pues bien, una vez identificado el tontito de turno ya sabréis la rabia que da.
Un “simpático” muchacho venido a más. El que más bebe, más folla y menos mea. Muy seguro de sí mismo gracias a su coche tunning de mal gusto, sus tatuajes chabacanos y su novia mascachicles, que un día fue la protagonista de las pajas de todos sus amigos.
Anda rondando los treinta y todavía no es consciente de la que se le viene encima. De que no tiene armas suficientes para librar batalla alguna. Sin formación, sin cultura, sin oficio, sin medios para aprender ni ganas de hacerlo. Seguirá pasando chivatos de marihuana a la gente de su entorno. Hasta que un día la suerte le abandone en beneficio de alguien que hay hecho más méritos.
Quizá esta vez, y van unas cuantas, el motivo de mi rabia no sea del todo racional. Pero en ningún momento he dicho que tenga porque serlo. 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Educación delegada

Hace unas semanas que tengo en mente soltar una buena parrafada sobre el tema de la educación en España. Escuchando las noticias de los últimos días, he decidido ejercer de oportunista y aprovechar el tirón. Así que allá voy.
Mucho se está hablando del sistema educativo. Que si los recortes, que si las horas lectivas de los profesores, que si esto y que si aquello. Vamos, lo que ya habéis ido viendo estos días.
Da la sensación que por una vez estamos de acuerdo. La educación es un pilar fundamental para nuestra civilización. Tanto por el desarrollo personal del individuo como por lo que este individuo aporta luego al conjunto de la sociedad.  Se podría decir que, salvo contadas excepciones, estamos todos concienciados de su importancia y necesidad.
Pero hay un puntito que me desagrada. Da la sensación que volcamos todas las responsabilidades en los centros educativos, olvidando que la principal fuente de conocimiento sigue siendo el entorno. No de un conocimiento técnico encaminado al mundo profesional. Pero si de las enseñanzas que ayudan a formar el carácter. Mucho más importante si queremos vivir en una sociedad plural, justa e igualitaria.
El esfuerzo debería ser conjunto. Familia y escuela abogando por el crecimiento personal de las nuevas generaciones. Desde los centros, estoy seguro que se está cumpliendo con su papel a la perfección. Mis dudas están en la educación que puedan recibir los chicos por padres irresponsables, que escudándose en la falta de tiempo delegan su parte del trabajo en profesores desbordados por la falta de recursos. Soy consciente de que no es la tónica general. Pero basta con una manzana podrida para que nos joda el frutero.
Cóctel explosivo. Nos lo encontraremos en unos años.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

España NO es un país de mierda

Hasta el “Tato” se suma al linchamiento moral del país. La frase “vivimos en un país de mierda” se ha puesto de moda. El último grito. El no va más en la barra del bar, la cola del súper, el ascensor o la peluquería. Junto a “la cosa está jodida” y “No está el horno para bollos” encabeza el top ten de dires y diretes.
Me sabe mal que un análisis tan superficial me toque tanto los cojones. Pero no puedo evitarlo. Esa frase engloba demasiadas cosas como para que no me sienta agraviado de una forma u otra. No por un sentimiento patrio desbordado, más bien por lo injusto de la crítica y la frivolidad con la que se destruye todo lo que el colectivo social español ha logrado durante las últimas décadas.
Cierto que en España hay cosas que no funcionan y que no lo hacen desde hace demasiado tiempo. Vivimos en un embotamiento mental que facilita el control del país a gente con mucha cara dura y poca capacidad de administrar los recursos que aportamos entre todos. También es cierto que comparando la situación actual del país con la situación de otros países, se pone de manifiesto un evidente retraso en materias concretas.
Pero ese retraso en algunas materias no quiere decir en ningún momento que haya otras en las que destaquemos por encima de esos países, normalmente nórdicos, a los que idolatramos. Si uno abre el periódico y lee las noticias internacionales (está cerca de la sección de deportes, y antes de llegar a la programación televisiva) o si tiene la suerte de poder viajar, puede constatar que en todas partes se cuecen habas. Y por consiguiente que España no es el único país donde las cosas no funcionan según el manual de perfección existente en el ideario colectivo.
En mi opinión deberíamos aprender a valorar y conservar los aspectos positivos que tenemos. No son pocos. Y cada cual puede priorizar sobre los que mejor se adapten a sus gustos o necesidades. Luego, detectar los aspectos negativos y trabajar en ellos para mejorar.
Analicen la situación y verán que España no es un país de mierda. Y que tiene tantas cosas que envidiar de otros países, como esos mismos países tienen que envidiar a España. Sean positivos. Y por favor, dejen de tocar los huevos.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Garrulos de crucero

Soportar a un garrulo, es cosa chunga. Pero aguantar a un garrulo con cuatro euros, es del todo imposible. Son gente crecida, seguro de sí mismos y de que su verdad es absoluta. Supongo que al tener la cartera llena se creen en un estatus superior, que le da pasaporte para que su palabra vaya a misa.
Muy a mi pesar, los acabo encontrando por todas partes. Es relativamente sencillo hacer de tripas corazón, reírle un par de gracias y luego olvidar por completo su existencia. Pero por desgracia, eso no siempre es posible. Hay especímenes que no puedes evitar.
El ejemplo que enciende mi ira lo tengo en el trabajo. Alguno de los tipos que más dinero ganan es fruto del eterno “estar en el lugar adecuado en el momento adecuado”. Una generación que está en los cuarenta y pico que tuvieron la suerte de pillar el buen momento de la empresa en que trabajo y de este modo promocionar económicamente de una forma que roza la vergüenza ajena.
Uno de ellos se ha empeñado en contarme lo maravilloso que ha sido el crucero que ha hecho con su churri. No se cuantas ciudades del Mediterráneo en una semana, con todo incluido y tal y cual. “Una pasada” por aquí “La comida estupenda” por allá, y frases por el estilo. Cuando el tipo me dejó meter baza en la conversación, le pregunté por la ciudad de Florencia. A lo que me responde algo así como “Buah. Las excursiones a las ciudades no me gustaron. Todo el día dando vueltas” y a continuación “A mi lo de visitar ciudades no me llama la atención”
En mi puñetera vida haré un crucero. Por un lado no lo puedo pagar, y por otro porque no es un tipo de viaje que me llame la atención. Pero me da rabia que estos especímenes que si los pueden hacer, no sepan aprovecharlo.
Dios se empeña en dar pan a quien no tiene dientes.